Resumir las causas de la revolución francesa es tarea casi imposible, dada la constante revisión historiográfica del tema, impulsada por la reciente celebración del bicentenario (1989). La interpretación tradicional difería en función de dos ópticas: la conservadora y la liberal. La conservadora ( Burke, de Maistre, de Bonald ) hacía hincapié en el descontento del Tercer Estado, alentado por activistas sin escrúpulos que habían tramado la conspiración contra el Antiguo Régimen en los clubs políticos, las logias masónicas y las sociedades de pensamiento nacidas al calor de la ilustración. La liberal ( Sieyés, Mirabeau) insistiría en las causas ideológicas, resaltando los logros de la Revolución que desmontaron los privilegios y la desigualdad reinantes en el Antiguo Régimen. Posteriormente la escuela marxista, resaltaría los intereses de clase como la verdadera causa de la Revolución. La pervivencia de estructuras sociales y económicas arcaicas frenaba el despegue de la nueva clase en auge: la burguesía, que se vería impulsada para cambiarlas hacía la revolución. Desde este punto de vista, la Revolución francesa representa la consumación de la revolución burguesa. Finalmente, después de la 2ª Guerra Mundial se inició una corriente revisionista que incluyó el proceso revolucionario francés en otro más amplio que afecta a las colonias inglesas en Norteamérica y en general a la Europa occidental. Quedan, no obstante, pendientes últimas interpretaciones que inciden sobre aspectos demográficos o de mentalidad colectiva. Las últimas revisiones historiográficas, huyendo de explicaciones unilaterales, conducen a un conjunto de factores políticos, económicos, sociales e incluso demográficos que desencadenaron la revolución y que pueden resumirse del modo siguiente:
Pervivencia de una estructura tradicional arcaica, minada por la evolución de la economía y el auge de la burguesía, que reclamaba el poder político paralelo al económico que disfrutaba.
Exigencias de cambio político, acorde con las renovadoras teorías del liberalismo propuestas por los filósofos ilustrados y racionalistas.
Descontento del estado llano o Tercer Estado, cada vez más presionado por los impuestos.
Tampoco cabe descartar el factor demográfico (el rejuvenecimiento de la población que ansía cambios)
ni los problemas económicos (las malas cosechas de 1788 y 1789 que elevaron el precio del pan). Se había producido, en último término, un desajuste entre las necesidades sociales, políticas y económicas del país y el anquilosamiento de sus gobernantes.
Pero la causa detonante sería fundamentalmente económica :la crítica situación de la Hacienda pública que lleva a Luis XVI y a sus ministros a intentar solucionarla aumentando los impuestos. En 1787 Calonne choca con la intransigencia de los nobles que se oponen a la reforma fiscal. En 1788 Brienne, el nuevo ministro, tampoco logra hacerles claudicar. Finalmente, Necker , decide convocar los Estados Generales, que no se habían reunido desde hacía siglo y medio.